Han pasado casi dos años desde que Donald Trump llegara a la Casa Blanca con su retórica nacionalista y anticomercio, y la economía de EE UU sigue yendo como un tiro.
Pero eso no quiere decir que el país que fue el emblema del multilateralismo y del libre comercio vaya a salir indemne de una guerra comercial que pareces ser más real cada día que pasa. Muy al contrario. El FMI estima que la economía estadounidense será, a largo plazo, la gran perjudicada por la espiral de barreras arancelarias en la que han entrado Washington y Pekín, solo tras de México y Canadá.
Bali es este año el escenario escogido por el FMI para celebrar su reunión anual. Las coloridas camisas teñidas con la técnica batik típica de la zona y el sol que inunda cada rincón de esta isla indonesia contrastan con el ánimo sombrío con el que los técnicos del Fondo celebran su gran cita anual.
Porque las perspectivas de crecimiento presentadas por el organismo que encabeza Christine Lagarde suponen un jarro de agua fría. Sobre todo para los grandes países de la eurozona. Ni rastro del optimismo que reinaba hace un año. La economía global ya no va a crecer este año un 3,9%, como se preveía hasta hace bien poco. Se tendrá que conformar con dos décimas menos.
Peor será el mordisco que se llevan los grandes de la UE: Francia, Alemania, Italia y Reino Unido. Todos ellos evolucionan peor de lo esperado en los últimos meses. La eurozona sigue creciendo a un ritmo aceptable —este año lo hará un 2%, cuatro décimas menos que la previsión anterior—, pero la locomotora parece renquear antes de lo esperado.
Cada país tiene sus propios problemas. A Francia le penaliza una demanda externa más débil de lo previsto. Alemania crecerá seis décimas menos por el menor tirón de las exportaciones y de la producción industrial. En Italia preocupa la incertidumbre generada por su Gobierno populista y antieuropeo y la menor demanda, tanto interna como externa.
Y el crecimiento en Reino Unido se ve ralentizado por el embrollo en torno a su salida de la UE, que presumiblemente derivará en un aumento de las barreras arancelarias en sus intercambios con el resto de Europa y, por lo tanto, en un crecimiento menor. España seguirá avanzando con fuerza, aunque una décima por debajo de lo anunciado hasta ahora, el 2,7%.
Esta rebaja generalizada en las previsiones de crecimiento no es una sorpresa. Los representantes del Fondo ya venían hablando en las últimas semanas de una materialización de los riesgos que vislumbraban en el horizonte. Pero sí resulta novedoso el intento del FMI de anticipar quién acabará pagando el pato por el conato de guerra de comercial. Y llama la atención que el gran perjudicado a largo plazo acabe siendo el principal responsable del inicio de las hostilidades: EE UU.
Para prever las consecuencias de una contienda que apenas acaba de empezar, el Fondo estima cinco escenarios. El primero es que los aranceles se queden en los ya ha aprobado Trump sobre el aluminio y el acero, que pesan sobre productos chinos por valor de 250.000 millones de dólares, y la respuesta de Pekín de castigar 60.000 millones de importaciones de EE UU.
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